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sábado, 10 de enero de 2009

La Educación de los Niños

Voy a colgar un artículo que el escritor Gustavo Martín Garzo escribió en el diario El País el 15 de Junio de 2008. Según mi modesto entender, no tiene desperdicio en cuanto a los planteamientos básicos a la hora de estructurar el periodo formativo de los niños.



En una ocasión, Fabricio Caivano, el fundador de Cuadernos de Pedagogía, le preguntó a Gabriel García Márquez acerca de la educación de los niños. "Lo único importante, le contestó el autor de 'Cien años de soledad', es encontrar el juguete que llevan dentro". Cada niño llevaría uno distinto, y todo consistiría en descubrir cuál era, y ponerse a jugar con él.

García Márquez había sido un estudiante bastante desastroso hasta que un maestro se dio cuenta de su amor por la lectura; y, a partir de entonces, todo fue miel sobre hojuelas, pues ese juguete eran las palabras. Es una idea que vincula la educación con el juego. Según ella, educar consistiría en encontrar el tipo de juego que debemos jugar con cada niño, ese juego en que está implicado su propio ser.

Pero hablar de juego es hablar de disfrute, y una idea así reivindica la felicidad y el amor como base de la educación. Un niño feliz no sólo es más alegre y tranquilo, sino que es más susceptible de ser educado, porque la felicidad le hace creer que el mundo no es un lugar sombrío, hecho sólo para su mal, sino un lugar en el que merece la pena estar, por extraño que pueda parecer muchas veces. Y no creo que haya una manera mejor de educar a un niño que hacer que se sienta querido. Y el amor es básicamente tratar de ponerse en su lugar. Querer saber lo que los niños son. No es una tarea sencilla, al menos para muchos adultos. Por eso prefiero a los padres consentidores que a los que se empeñan en decirles en todo momento a sus hijos lo que deben hacer, o a los que no se preocupan para nada de ellos. Consentir significa mimar, ser indulgente, pero también, otorgar, obligarse. Querer para el que amamos el bien. Tiene sus peligros, pero creo que éstos son menos letales que los peligros del rigor o de la indiferencia.


Y hay adultos que tienen el maravilloso don de saber ponerse en el lugar de los niños. Ese don es un regalo del amor. Basta con amar a alguien para desear conocerle y querer acercase a su mundo. Y la habilidad en tratar a los niños sólo puede provenir de haber visitado el lugar en que éstos suelen vivir. Ese lugar no se parece al nuestro; y, por eso, tantos adultos se equivocan al pedir a los pequeños cosas que no están en condiciones de hacer. ¿Pediríamos a un pájaro que dejara de volar, a un monito que no se subiera a los árboles, a una abeja que no se fuera en busca de las flores? No, no se lo pediríamos, porque no está en su naturaleza el obedecernos. Y los niños están locos, como lo están todos los que viven al comienzo de algo. Una vida tocada por la locura es una vida abierta a nuevos principios; y, por eso, debe ser vigilada y querida. Y hay adultos que no sólo entienden esa locura de los niños, sino que se deleitan con ella. San Agustín distinguía entre usar y disfrutar. Usábamos de las cosas del mundo, disfrutábamos de nuestro diálogo con la divinidad. Educar es distinto a adiestrar. Educar es dar vida, comprender que el dios del santo se esconde en la realidad, sobre todo en los niños.

En 'El guardián entre el centeno', el muchacho protagonista se imagina un campo donde juegan los niños, y dice que es eso lo que le gustaría ser: alguien que, escondido entre el centeno, los vigila en sus juegos. El campo está al lado de un abismo, y su tarea es evitar que los niños puedan acercarse más de la cuenta y caerse. "En cuanto empiezan a correr sin mirar adónde van, yo salgo de donde esté y los cojo. Eso es lo que me gustaría hacer todo el tiempo: Vigilarlos". El protagonista de la novela de Salinger no les dice que se alejen de allí, no se opone a que jueguen en el centeno. Entiende que ésa es su naturaleza, y sólo se ocupa de vigilarlos y acudir cuando se exponen más de lo tolerable al peligro. Vigilar no se opone a consentir, sólo consiste en corregir un poco nuestra locura.


Creo que los padres que, de verdad, aman a sus hijos, que están contentos con que hayan nacido, y que disfrutan con su compañía, lo tienen casi todo hecho. Sólo tienen que ser un poco precavidos, y combatir los excesos de su amor. No es difícil, pues los efectos de esos excesos son mucho menos graves que los de la indiferencia o el desprecio. El niño amado siempre tendrá más recursos para enfrentarse a los problemas de la vida que el que no lo ha sido nunca.

En su reciente libro de memorias, Esther Tusquets nos cuenta que el problema de su vida fue no sentirse suficientemente amada por su madre. Ella piensa que el niño que se siente querido de pequeño, puede con todo. "Yo no me sentí querida y me he pasado toda la vida mendigando amor. Una pesadez". Pero la mejor defensa de esta educación del amor que he leído en estos últimos tiempos se encuentra en el libro del colombiano Héctor Abad Faciolince, 'El olvido que seremos'. Es un libro sobre el misterio de la bondad, en el que puede leerse una frase que debería aparecer en la puerta de todas las escuelas: "El mejor método de educación es la felicidad". "Mi papá siempre pensó -escribe Faciolince-, y yo le creo y lo imito, que mimar a los hijos es el mejor sistema educativo". Y unas líneas más abajo añade: "Ahora pienso que la única receta para poder soportar lo dura que es la vida al cabo de los años, es haber recibido en la infancia mucho amor de los padres. Sin ese amor exagerado que me dio mi papá, yo hubiera sido mucho menos feliz".

Los hermanos Grimm son especialistas en buenos comienzos, y el de 'Caperucita Roja' es uno de los más hermosos de todos. "Érase una vez una pequeña y dulce muchachita que, en cuanto se la veía, se la amaba. Pero, sobre todo, la quería su abuela, que no sabía qué darle a la niña. Un buen día le regaló una caperucita de terciopelo rojo; y, como le sentaba muy bien y no quería llevar otra cosa, la llamaron Caperucita Roja". Una niña a los que todos miman, y a la que su abuela, que la ama sin medida, regala una caperuza de terciopelo rojo. Una caperuza que le sentaba tan bien que no quería llevar otra cosa. Siempre que veo en revistas o reportajes los rostros de tantos niños abandonados o maltratados, me acuerdo de este cuento, y me digo que todos los niños del mundo deberían llevar una caperuza así, aunque luego algún agua-fiestas pudiera acusar a sus padres de mimarles en exceso. Esa caperuza es la prueba de su felicidad, de que son queridos con locura por alguien, y lo verdaderamente peligroso es que vayan por el mundo sin ella. "Si quieres que tu hijo sea bueno -escribió Héctor Abad Gómez, el padre tan amado de Faciolince-, hazlo feliz; si quieres que sea mejor, hazlo más feliz. Los hacemos felices para que sean buenos, y para que, luego, su bondad aumente su felicidad".

Salud para ti y los tuyos.

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14 comentarios:

Blogger Gianni B ha dicho...

Buenos días Silvano;
Los niños son el futuro, tenemos que aprender de ellos y ayudarlos a caminar por el mundo de hoy.
Los niños son una sorpresa todos los días, palabras, sonrisas, llantos...es la vida en moviemiento !!
Un saludo y buen fin de semana !
Gianni

10 de enero de 2009, 10:19  
Blogger Silvano Baztán ha dicho...

¡Hola, Gianni! Mi experiencia con los niños comenzó con mis propios hijos.

Con el mayor (ya tiene 21 años), plasmé en él toda mi ignorancia, mi inexperiencia en el manejo de las situaciones, como, por otra parte, es normal y natural en el ser humano. Sé que no lo hice bien, lo siento mucho (por las consecuencias que ha traído después en nuestra relación), pero lo acepto.

Con la segunda (ahora tiene 17 años), la cosa fue cambiando. También su carácter, más amable y abierto en las relaciones, ayudó.

Pero la bomba ha sido la pequeña de 6 años. Un ser precioso, deseado, querido como se puede querer a un hijo querido... Dicho sea de paso, no dejo de aconsejar tener hijos en la cuarentena. Hay plena consciencia, experiencia, más paciencia y sosiego, más luz para desarrollar el proceso 'educativo' hacia el niño (al menos, esa es mi experiencia).

Con esta última niña, nos planteamos que no queríamos que se moldeara en un centro escolar convencional (objetivos comunes, despertar intelectual excesivamente precoz, ausencia de libertad individual para que cada uno siga su propio ritmo...), y organizamos una experiencia escolar 'ad hoc', que el Universo nos puso en bandeja en el entorno que habíamos elegido para vivir, un pueblecito de 50 habitantes.

En la actualidad, junto a otros padres concienciados en el tema (Dios los cría y ellos se juntan...), mantenemos una experiencia escolar 'diferente', con un equipo pedagógico de envidiar por sus cualidades humanas y de sabiduría en el contacto con los niños. Son niños felices que, desde esa base y desde la libertad, ponen en marcha (de manera espontánea) todo su potencial: su curiosidad por la vida, por los fenómenos que les rodean, con unas ganas de saber que te dejan alucinado...

En fin; que, leyendo artículos como el de la entrada, me congratulo al observar que, cada vez de forma más notoria, surge en la sociedad la necesidad de enfocar a la Educación de los niños como una base fundamental para lograr alcanzar el cambio de la Humanidad.

Salud para ti y los tuyos.

10 de enero de 2009, 11:07  
Blogger AsiSoyYo ha dicho...

Bonito post, y creo que expopne una gran verdad... si queremos que nuestros hijos sean felices debemos ser los que le brindemos esa parte de felcididad que requieren de nosotros, evidentemente habrá una parte que no esta en nuestras manos sobre todo una vez sean un poco más mayores.
No obstante, creo que es necesario encontrar el punto medio, no debemos convertirlo en alguien que no sea capaz de hacer las cosas por si solo, ni en alguien que dependa tanto de nosotros que nos necesite a todas horas... pero lo que está claro es que eso no está reñido con quererlos, con darles todo nuestro amor y educarlos con nuestro ejemplo.
Muchos somos lo que somos por las cosas que hemos vivido que evidentemente van a marcar nuestra vida, si un niño se siente querido, se siente apoyado, se siente feliz podrá vivir de una manera muy distinta, pero como digo hay que saber buscar el punto medio... o vale ni mimarlos hasta convertirlos en marionetas de nosotros mismos, ni en dejarlos a un lado y no tenderles la mano ni darles cariño.

un saludo e interesante blog.

pd. es un opinión de alguien que aún no tiene hijos, pero que evidentemete tiene unos padres...

10 de enero de 2009, 19:47  
Blogger Pedro Estudillo ha dicho...

He disfrutado mucho leyendo este post tan aleccionador y completo. La educación de los niños es uno de mis temas favoritos, ya que pienso que ahí está el germen de la felicidad futura, y de toda esperanza.
Un texto para imprimir y mostrárselo a cada padre, que cada cual actúe en consecuencia.
Un abrazo.

11 de enero de 2009, 13:55  
Blogger Silvano Baztán ha dicho...

¡Hola, Tamara! Es muy prometedor que personas en la formación de Magisterio estén 'interesadas' en que los niños alcancen su felicidad. Si miramos hacia el hábitat escolar actual, junto a niños bien ensamblados (adaptados al sistema normativo y de exigencia pedagógica en el que estamos inmersos), observamos a cada vez mayor número de niños que no pueden plegarse con facilidad al modelo impuesto.

El número de niños tildados con el nombre de nuevos síndromes médicos (déficit de atención, hiperquinesia - hiperactividad...) va en aumento espectacular. Todo ello constituye diferentes facetas de un mismo proceso: el fracaso escolar. Fracaso que, bajo mi punto de vista no es del niño, sino del sistema educativo actual.

¿Por qué no atender a líneas pedagógicas alternativas que han demostrado, a lo largo de más de un siglo de existencia, su valía? Nada más acercarnos a figuras europeas decimonónicas, como Rudolf Steiner (Pedagogía Waldorf), Johann Pestalozzi (método del mismo nombre), María Montessori (método del mismo nombre), o variantes que han bebido en alguna de estas fuentes, como la experiencia 'Pesta' del matrimonio Mauricio y Rebeca Wild en Ecuador..., podríamos ver una clara vía de desarrollo de la potencialidad de nuestros niños.

Sólo hace falta ver las caras y el temple de los niños que tienen la fortuna de desarrollarse en centros con estas líneas educativas... ¿Por qué no estamos por y para la felicidad de los niños? Creo que es una cuestion de basarse en el miedo (ante la competitividad imperante en el sistema social actual) y en la necesidad encubierta o inconsciente de formar a grandes especialistas de algo, sin criterios de custionamiento general sobre la realidad.

Salud para ti y los tuyos.

11 de enero de 2009, 16:05  
Blogger Silvano Baztán ha dicho...

¡Hola, Pedro! Comparto tu opinión. Gracias por tus visitas.

Salud para ti y los tuyos

11 de enero de 2009, 16:07  
Blogger Libertad ha dicho...

Gracias, gracias por ÉSTA entrada. Sólo puedo disfrutar con cada palabra y decirte: Así es, lo mejor que podemos hacer por nuestros niños es amarlos mucho. Ellos son nuestros maestros, lo sabes. Disfruto de dos tesoros, dos hijos a quinenes entrego y recibo de ellos mucho amor. Aunque con ellos estoy a diario, disfruto con cada niño que encuentro. Gracias Silvano por compartirlo con nosotros.

12 de enero de 2009, 13:36  
Blogger AsiSoyYo ha dicho...

Hola, respondiendo a tu comentario.

Evidentemente creo que hoy en día la educación está pasando por un grave problema, un problema desde todos los frentes.
Empezando por las administraciones que son capaces de cambiar de ley educativa cada 4 años y terminando por los padres que consideran el colegio un lugar donde aparcar a sus hijos, los cuales ellos mismos no son capaces de educar.

Estoy contigo en que el fracaso escolar es un problema que está a la orden del día, pero te digo algo todavía hay personas implicadas en la educación y el desarrollo personal de cada niño. Algo que dentro de una clase con 25 niños (número de alumnos máximo que dice la ley) parece útopico, se puede alcanzar te lo aseguro. Pero para intentar alcanzar eso se necesita de una administración responsable y que sepa dar a la educación la importancia que tiene, unos profesionales comprometidos con su trabajo, que tengan la suficiente formación como para defenderse en diferentes situacions con diferentes alumnos, unos padres que sepan de la importancia de la escuela para el desarrollo de sus hijos...

No te digo que métodos como el que tu utilizas con tu hija no sea adecuado, pero tampoco lo considero la solución a la situación actual.

No quiero alargarme más en mi comentario, espero que te hayas quedado con mi idea. Es verdad que necesitamos cambiar el sistema que tenemos, pero la solución va más allá de que cada padre se ponga con su hijo...

14 de enero de 2009, 19:51  
Blogger Silvano Baztán ha dicho...

¡Hola, Tamara! ¿Cómo crees que podría estimularse el cambio en el sistema educativo, si es que, como pareces coincidir conmigo, son tantos los condicionantes internos que deben darse para que un aula normal funcione correctamente de cara a TODOS los niños?

No estoy animando a los padres a que ellos mismos eduquen a sus hijos (aunque en casos muy concretos, sería mucho más interesante que la situación actual). Yo abogo por la creación de centros con otras bases pedagógicas más respetuosas con el desarrollo personal de CADA NIÑO.

El centro que hemos creado, al que llevamos a nuestra hija, está formado por 29 niñ@s y 4 figuras adultas (maestra, pedagoga, bellas artes, y bombero reconvertido en compañero de juegos). Repito: hay que ver las caras de esos niños...

Salud para ti y los tuyos.

14 de enero de 2009, 23:41  
Blogger Emma Núñez ha dicho...

Hola Silvano.
Estoy encantada de haber descubierto tu blog.

Sobre la educación de nuestros hijos y, como tú bien sabes, diré que la base principal está en la familia, en una familia estructurada, con valores positivos y con el amor por bandera.
Estoy de acuerdo con Tamara, hay maestros que realmente tienen vocación. Si además, imparten sus clases en un centro concienciado, con suficientes recursos, y sumamos la implicación de las familias, para mi esta es la escuela ideal (que no perfecta). Yo considero así la escuela de mis hijos y estoy muy muy agradecida por ello. Todos, familia y escuela trabajamos mano a mano por la educación de nuestros niños y niñas.

Felicidades por estar educando a tu hija como tú deseas, fuera de lo tradicional, pero con convicción y mucho amor.

Saludos a todos.

15 de enero de 2009, 22:46  
Blogger AsiSoyYo ha dicho...

Hola de nuevo, siento ser tan tremendamente pesada en los comentarios, pero me interesa muchísimo el tema de la educación y igual que me puedes (y me pueden) tachar de optimista dada la situación en la que hoy por hoy está inmerso en sistema educativo, pero creo que todo se puede mejorar.

Creo que el primer cambio que se debería dar empieza por crear una ley educativa que este fuera de posiciones políticas, que no se itilice la escuela como medio para adiestrar a futuros componentes de un partido. Se debería empezar por sentarse personas realmente concienciadas y preocupadas por la educación, empezar por analizar la situación en la que estamos.

Luego yo empezaría por cambiar los requisitos que se piden en este país para ser maestro, y sí soy estudiante, pero me parece vergonzoso que la mayoría de las facultades de magisterio de este país esten llenas de personas que estudian magisterio porque "los maestros cobran mucho y trabajan poco"... te aseguro que un buen profesional trabaja mucho y cobra lo justo (además no podemos olvidar que es una de las bases de la sociedad, la educación, si hasta eso somos capaces de ponerlo en manos de cualquiera...)

Otro cambio evidentemente serían los planteamientos metodológicos que se utilizan en la mayoría de las escuelas, pero no olvides algo (esto bastante interesada en esto y me he informado un poco) hay mucha gente trabajando y haciendolo bien, con nuevos planteamientos y que estan dando buenos resultados, pero se necesita compromiso y no sólo de los profesionales, sino también de las familias.

Quizás resulte todo lo que te digo demasiado útopico (me repito pero bueno), quizás el día que yo llegué al colegio como maestra me trague cada una de las palabras que hoy estoy diciendo y me convierta en uno más de tantos... pero hoy por hoy lo tengo muy claro, y creo que la situación debe empezar a cambiar.

Yo al menos por mi parte voy a hacer lo que llevo haciendo estos años, formarme lo mejor posible, abrirme a todo lo que me llega y por supuesto confiar en que una escuela mejor es posible, y que se puede conseguir el desarrollo personal de cada alumno si todos nos comprometemos y trabajamos para eso. ¿Qué hoy esto es algo impensable? Pues no lo sé, pero siempre solemos quedarnos con lo malo y no miramos lo bueno...

Y de verdad no te preocupes no creo que sea una llamada a los padres para que hagan algo en lo que tú confias, todo lo contrario me encantaría ver lo que dices... igual hay cosas que son trasladables a las escuelas y que empezarían por cambiar la situación actual.

Espero seguir leyendo por aquí cosas interesantes de verdad, de todas formas me encanta conocer cosas nuevas y estaría encantada de saber más sobre cómo es ese proceso que cuentas, la forma que has elegido para educar a tu hija, que de verdad no te reprocho para nada...

Un saludo y espero haber contestado a lo que me preguntabas... o al menos haberte dado mi opinión al respecto.

17 de enero de 2009, 0:10  
Blogger Silvano Baztán ha dicho...

¡Hola, Tamara! Agradezco mucho tus comentarios. Reflejan el interés que tienes por los niños y su mejor enfoque educativo.

No dudo de que hay maestros muy competentes en su trabajo de facilitadores en las aulas de escuelas convencionales (conozco a más de uno y de dos), pero lo que me llega a mí, profesionalmente, en consulta, son casos en los que, cada vez más, se contempla la ruptura entre el sistema pedagógico y el niño. Cada vez hay más niños que 'generan conflicto'. En mi experiencia, son niños que requieren de una atención y de unos espacios de libertad que el sistema actual, en general, no puede ofrecerles, pero que tampoco se plantea si sería conveniente modificar las dinámicas educativas.

Estamos hablando de número de alumnos por aula, estamos hablando de objetivos 'estándares' a seguir y cumplir, aunque sea dejando a niños al margen, estamos hablando de partidas presupuestarias (ante el reconocimiento del papel importantísimo que juegan los maestros en esta historia),...

Yo sé que es fácil hacer, como lo estoy haciendo ahora, un comentario general, de esta manera; y mucho más difícil, siendo conscientes del tema, comenzar a solucionarlo...

Creo que es mucho más sencillo comenzar por centros o unidades 'experimentales', pero veo que en la estructura socio-política en la que nos encontramos, la administración, en su empeño (loable) de salvaguardar el bienestar y la atención básica a los niños, sólo coloca cortapisas a experiencias que, repito, en otros países punteros (pedagógicamente hablando) están normalizadas.

Por si no ha quedado claro, no apoyo el método del 'homeschooling' como meta en esta situación, pero lo defiendo como alternativa puntual a modelos no válidos. Es necesario particularizar, ver cada caso para poder emitir una opinión más definida y acertada sobre el diagnóstico de una situación.

Sean bienvenidos tus comentarios.

Salud para ti y los tuyos.

17 de enero de 2009, 11:23  
Blogger Roxana Laura Ronquillo ha dicho...

¡Qué maravilloso post! Me emocionó mucho... es hermoso y muy real... Yo tampoco me sentí querida por mi madre (aún hoy voy a terapia), y me equivoqué en muchas cosas con mis hijos (también tengo tres) dejé que me dijeran qué hacer, escuché a los demás en lugar de escuchar a mis hijos directamente, quise "educar" sin "conocer"... día a día estoy tratando de mejorar eso... Pero, toda esta experiencia la utilicé para ayudar a mis alumnos (soy maestra de apoyo escolar a domicilio). Voy a la casa del chico, en principio, porque tiene alguna dificultad en la escuela... Me relaciono con la familia, con su estilo de vida, con sus diferentes realidades, y trato de ser un espejo donde el niño refleje lo mejor de sí mismo... Que se tenga confianza, que se sepa querido, contener a la familia cuando tienen algún problema... Me hace sumamente feliz este trabajo... aún cuando no me reditúe económicamente y todo el mundo me aconseje trabajar dentro de una escuela "tradicional" (en donde me siento "sapo de otro pozo")...
No hay mayor felicidad que cuando llega el final de las clases y luego de haber compartido sus tiempos, alegrías, desilusiones, esfuerzos... las familias me llamen me agradezcan que yo haga, simplemente, lo que vine a hacer... amar, acompañar,ayudar, educar...
No hay mayor felicidad que ver crecer integralmente a un niño y saber que pusimos un mínimo granito de arena para ayudarlo en ello...
Un gran cariño...
Leeré todas las entradas del blog.
Roxana Laura Ronquillo

18 de enero de 2009, 2:40  
Blogger Silvano Baztán ha dicho...

¡Hola, Roxana! ¡Qué maravillosa experiencia relatas en tu comentario! Por mi experiencia como terapeuta (y también en carne propia), a lo largo de los años, he ido observando que el 'humanito' corriente hemos ido viviendo a ritmo de condicionamiento, dejándonos llevar por la inercia de lo vivido. Dicho de otra manera, DORMIDOS.

Me alegra mucho cuando observo, asimismo, que, con el paso del tiempo, el 'humanito' se va despertando, va adquiriendo consciencia, y va dando pasos para vivir como realmente le corresponde. Sabiendo que 'la prueba del algodón' en la vida, la señal inequívoca de que voy por el camino adecuado, es SENTIRNOS BIEN. Así de 'sencillo'.

Bienvenida, 'humanita'. Cada vez somos más. La mejor forma de avanzar como grupo humano es irradiar nuestra actitud vital a los que conviven a nuestro alrededor. No es necesario el proselitismo. El mensaje (al final, sólo se trata de AMAR) se emite solo.

Salud para ti y los tuyos.

18 de enero de 2009, 11:07  

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